Ir al contenido principal

¿Existe la magia al escribir?



"Escribe una página al día. La escritura irá cogiendo forma" Herman Wouk

Vamos inspiración, ¡llega ya!

Hoy leí en una publicación, que para escribir, la magia no existe, que todo se debe al trabajo y a la constancia —lo que es muy cierto— pero es agradable pensar que cuando escribes o tienes una idea para lo que tú crees que será una historia estupenda es porque una musa —estilo Campanita— te lanzó polvos mágicos e iluminó tu lado de escritor, —sí, como ves, me encanta la fantasía— pero hablando en serio, escribir es una mezcla de trabajo, de constancia e inspiración, así que no dejemos de escribir cada día, por una hoja diaria en un año tendrás el libro de tus sueños.

Entonces, ¿no existe la magia?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuento MANZANITA de Julio Garmendia

Cuento MANZANITA de Julio Garmendia Cuando llegaron las grandes, olorosas y sonrosadas manzanas del Norte, la Manzanita criolla se sintió perdida. —¿Qué voy a hacer yo ahora –se lamentaba–, ahora que han llegado esas manzanas extranjeras tan bonitas y perfumadas? ¿Quién va a quererme a mí? ¿Quién va a querer llevarme, ni sembrarme, ni cuidarme, ni comerme ni siquiera en dulce?  La Manzanita se sintió perdida, y se puso a cavilar en un rincón. La gente entraba y salía de la frutería. Manzanita les oía decir: —¡Qué preciosidad de manzanas! Deme una. —Deme dos. —Deme tres. Una viejecita miraba con codicia a las brillantes y coloreadas norteñas; suspiró y dijo: —Medio kilo de manzanitas criollas, marchante; ¡que no sean demasiado agrias, ni demasiado duras, ni demasiado fruncidas! La Manzanita se sintió avergonzada, y empezó a ponerse coloradita por un lado, cosa que rara vez le sucedía.  Y las manzanas del Norte iban saliendo de sus cajas, donde estaban ...

Escribe el libro que quieres leer

Hoy me desperté decidida a ya terminar el libro que estoy escribiendo, siempre que me siento a editarlo le coloco más palabras, borro otras, creo que no estoy lista para dejarlo marchar,

El diente roto de Pedro Emilio Coll

  A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el diente se partió en forma de sierra. Desde ese día principia la edad de oro de Juan Peña. Con la punta de la lengua, Juan tentaba sin cesar el diente roto; el cuerpo inmóvil, vaga la mirada sin pensar. Así, de alborotador y pendenciero, tornase en callado y tranquilo. Los padres de Juan, hartos de escuchar quejas de los vecinos y transeúntes víctimas de las perversidades del chico, y que habían agotado toda clase de reprimendas y castigos, estaban ahora estupefactos y angustiados con la súbita transformación de Juan. Juan no chistaba y permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis; mientras, allá adentro, en la oscuridad de la boca cerrada, la lengua acariciaba el diente roto sin pensar. —El niño no está bien, Pablo —decía la madre al marido—, hay que llamar al médico. Llegó el médico y procedió al di...