Ir al contenido principal

Nueve años sin ti

Querido Joaquín:

Quería contarte lo difícil que ha sido vivir sin ti estos nueve años desde tu partida. Te cuento que el vacío de tu ausencia sigue como el primer día. A veces creo que todo es un sueño y que, en cualquier momento te veré llegar por la puerta, con esa sonrisa que siempre iluminaba nuestras vidas. Algunas veces siento que todavía estás aquí con nosotros, que tu risa aún resuena en cada lugar de la casa y que estás aquí sentado frente a la tele.

Pero en realidad la vida tiene sus propios planes y hay que seguir adelante, y hemos aprendido a sobrevivir sin ti. No ha sido fácil aprender a vivir sin tu compañía, sin tu apoyo incondicional, y con la certeza de que siempre estabas ahí para nosotros. Ha sido un camino como ir en una montaña rusa lleno de emociones que están en constante cambio. Pero aunque llenos de tristeza también hemos tenido momentos de alegría y logros, de sentirnos afortunados por tenerte y compartir tu vida con nosotros.

Nuestros hijos siguen siendo personas increíbles, siguen llevándote en el corazón. Me apoyan como siempre, y te extrañan cada día. Nos gusta recordar la manera en que nos hacías sentir amados y protegidos. Sé que estarías orgulloso de ellos, de lo que han logrado desde que tú no estás.

Y qué puedo decirte de nuestro nieto, que por cierto siento mucho que no hayas podido conocerlo y que él tampoco haya podido conocerte y disfrutar de tu compañía. Él es un niño maravilloso, alegre, que llena de luz mi vida, él es la razón de llevar un poco mejor tu ausencia. Me entristece que él nunca podrá escuchar tu voz con todas las historias que solías contar, que nunca podrá sentir tus cálidos y reconfortantes abrazos. Ni que tú puedas ver lo tierno que es. Pero todos le contaremos quién fuiste, cuánto lo habrías amado y lo importante que siempre serás para todos nosotros.

Las personas que te conocieron todavía me dicen lo buen padre, esposo y persona que fuiste. Y eso me llena de alegría que todavía te recuerden con cariño porque eso eras tú, un ser especial. 

Nos mudamos de país, para buscar un nuevo comienzo, una nueva oportunidad. Ha sido un gran cambio. Es un lugar muy bonito. A veces pienso en cómo habría sido todo si tú estuvieras aquí con nosotros, en esta nueva etapa, conociendo este nuevo lugar, que fueras parte de esta experiencia. Pero sé que, de alguna manera, estás con nosotros.

Te extraño tanto. Recuerdo tus abrazos, tu voz, y tu apoyo cuando más lo necesitaba. Recuerdo nuestras conversaciones, nuestros planes, sueños y esperanzas. Cada instante vivido a tu lado fue muy importante para mí, quiero que sepas que sigues aquí presente.

Siempre recordamos lo excelente padre que fuiste, cuánto amabas a nuestros hijos y la manera en que los cuidabas y apoyabas. Y como esposo, fuiste el mejor: siempre me apoyaste, me amaste y me hiciste sentir especial.

Sigo con mi sueño de ser escritora. Ha sido muy emocionante plasmar en el papel las historias que se me ocurren. Siento que hago algo que de verdad me gusta. Algunas veces imagino que sonríes al verme seguir mis sueños. Extraño el café que me preparabas cuando estaba inspirada y escribía mi libro. Y la promesa que me hiciste de ir al cine a ver las películas de mis libros (todavía sonrío al recordarlo).

Todo este tiempo ha sido difícil vivir sin ti. Sin tu amor, sin tu apoyo, sin tu sonrisa. Pero sé que dondequiera que estés, estarás orgulloso de nosotros por seguir adelante a pesar de tu ausencia, porque aunque ya no estés físicamente sigues aquí en cada uno de nosotros.

Tengo que ser valiente. Vivir por nuestros hijos, por nuestro nieto y por mí misma. Seguir adelante con mis sueños, con la esperanza de que algún día nos volveremos a encontrar y podremos continuar con nuestro «felices para siempre».

Te amo y siempre te amaré.

En nuestros corazones siempre estás.

Con todo mi amor,

LJ Roman

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuento MANZANITA de Julio Garmendia

Cuento MANZANITA de Julio Garmendia Cuando llegaron las grandes, olorosas y sonrosadas manzanas del Norte, la Manzanita criolla se sintió perdida. —¿Qué voy a hacer yo ahora –se lamentaba–, ahora que han llegado esas manzanas extranjeras tan bonitas y perfumadas? ¿Quién va a quererme a mí? ¿Quién va a querer llevarme, ni sembrarme, ni cuidarme, ni comerme ni siquiera en dulce?  La Manzanita se sintió perdida, y se puso a cavilar en un rincón. La gente entraba y salía de la frutería. Manzanita les oía decir: —¡Qué preciosidad de manzanas! Deme una. —Deme dos. —Deme tres. Una viejecita miraba con codicia a las brillantes y coloreadas norteñas; suspiró y dijo: —Medio kilo de manzanitas criollas, marchante; ¡que no sean demasiado agrias, ni demasiado duras, ni demasiado fruncidas! La Manzanita se sintió avergonzada, y empezó a ponerse coloradita por un lado, cosa que rara vez le sucedía.  Y las manzanas del Norte iban saliendo de sus cajas, donde estaban ...

Escribe el libro que quieres leer

Hoy me desperté decidida a ya terminar el libro que estoy escribiendo, siempre que me siento a editarlo le coloco más palabras, borro otras, creo que no estoy lista para dejarlo marchar,

El diente roto de Pedro Emilio Coll

  A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el diente se partió en forma de sierra. Desde ese día principia la edad de oro de Juan Peña. Con la punta de la lengua, Juan tentaba sin cesar el diente roto; el cuerpo inmóvil, vaga la mirada sin pensar. Así, de alborotador y pendenciero, tornase en callado y tranquilo. Los padres de Juan, hartos de escuchar quejas de los vecinos y transeúntes víctimas de las perversidades del chico, y que habían agotado toda clase de reprimendas y castigos, estaban ahora estupefactos y angustiados con la súbita transformación de Juan. Juan no chistaba y permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis; mientras, allá adentro, en la oscuridad de la boca cerrada, la lengua acariciaba el diente roto sin pensar. —El niño no está bien, Pablo —decía la madre al marido—, hay que llamar al médico. Llegó el médico y procedió al di...